Las noticias y opiniones siguen llegando, como la semana pasada, cargadas de nubarrones y en cierta forma impregnadas de visiones incendiarias. Es verdad, cuando leo los periódicos y las columnas de opinión, parece que lo que impera es el enfrentamiento y que la guerra mediática continúa. Por un lado nos venden el tijeretazo a nuestros ingresos y a las inversiones públicas como un mal necesario y nos anuncian que se acompañarán de subidas de impuestos a los más ricos, que todo ello es necesario para poder seguir pagando nuestras deudas y que al final con estas restricciones estaremos mejor situados cuando llegue la ansiada recuperación. Por otro lado, satisfechos del rédito electoral que esperan obtener, nos imponen las visiones catastrofistas del tipo de la crisis la pagan los más débiles; o de Zapatero se trasviste y vende su alma al diablo de la estabilidad financiera del estado.
Son situaciones como las que ahora nos toca vivir las que sirven para medir la categoría de las personas y, mucho más, de los dirigentes. A la gente le toca apechar con la realidad, reajustar los gastos y capear el temporal de la mejor manera, esperando tiempos mejores. Y en esa espera, que en sí misma es suficientemente dolorosa y difícil para cada uno de nosotros individualmente y para todos en sociedad, resulta muy triste observar el altísimo nivel de ruido y confrontación de quienes están obligados a dar respuestas y la irresponsabilidad con la que se agitan los fantasmas de la división sin pensar en que divididos somos aún más débiles.
Es en estos momentos cuando más se necesita que el gobierno explique sin engaños ni tapujos las medidas que tenga que adoptar; que los sindicatos y los empresarios se pongan de acuerdo en el establecimiento de las reglas de las relaciones laborales para evitar la sangría de parados; y que la oposición y el resto de los agentes políticos ofrezcan alternativas, colaboración y apoyo en la búsqueda de un pronta salida, dejando la lucha electoralista para mejores tiempos.
Cuando la coyuntura aprieta no vale echarse mutuamente la culpa, o denigrar al contrario como si fuese la catástrofe personificada, sino que es el momento de encontrar una salida conjunta; para nuestra desgracia pintan bastos, pero para la suya los que solo hacen que darlos terminarán pagándolo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario