El otro día me encontré con dos buenos amigos. Paco y Andrés. Padre e hijo. El padre es, como lo fue mi padre, Albañil de los de siempre. Mamó el oficio durante años. Hace de todo y todo lo hace bien. Hace tiempo decidió ponerse por su cuenta. Montó una empresa. Eran buenos tiempos para su oficio y no le ha ido mal. Hasta hace un año. Su hijo, mi amigo Andrés, ha trabajado también en la construcción. Durante todo este tiempo ha ganado suficiente en una actividad que no le exigía mucha formación, sólo trabajo y esfuerzo. De ambos tiene a raudales y ambos los entrega de forma natural. Decidió dejar los estudios y currar. Lo ha hecho y lo ha hecho bien, pero sin aprender realmente nada, porque la construcción no es ya lo que era cuando su padre empezó. Todo viene prefabricado o “se destaja”. Es muy fácil, no requiere artesanía ni saber demasiado.
Los tiempos han cambiado. Paco ha tenido que cerrar su empresa, y él, con cincuenta abriles, y Andrés, con veinticinco menos, están sin trabajo. Y, lo peor, sin esperanza y muy preocupados por su futuro.
Les escuchaba cuando me contaban lo que están pasando, intentando encontrar dentro de mí palabras de ánimo y esperanza. Tranquilo, Paco, tú siempre has salido adelante, y lo poco que encuentres te servirá; al fin y al cabo, como yo, ya tienes una edad; nos conformamos con muy poco. Y tú, Andrés, valor y al toro. Tienes veinticinco años, así que esfuérzate en ser bueno en lo que te guste y el mundo y cuanto en él exista será tuyo.
Los dos me miraron y me preguntaron lo mismo. Sí, Miguel, pero a qué crees que nos podemos dedicar hoy en León. Su pregunta flotó en el ambiente. Busqué la respuesta en la Televisión donde estaban emitiendo un debate de Rajoy y Zapatero -bronca y tú más-; la busqué también en las páginas del periódico del día, en el que se publicaban dos entrevistas al Alcalde de León y a la Presidenta de la Diputación.
¿Queréis que os diga la verdad, queridos amigos? Ninguno de ellos – o ellas, vale- hablaba de nada que pudiera interesar a Paco o a Andrés…Yo, no supe que contestarles, así que sólo les dije: “Buscad el camino con confianza, seguro que lo encontrareis”. Así lo siento: Ante tanta confrontación, incapacidad y despropósito desesperanzadores, la confianza en nosotros mismos y nuestras capacidades es lo único que puede esperanzarnos.
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