Antes de asomarme a esta columna observo la realidad. Leo los periódicos, veo la televisión –la verdad es que muy poco- y escucho la radio–mucho, constantemente-. Hoy no me animo demasiado, la verdad. El caso Gurtel –que finalmente parece que provocará una auténtica renovación de cargos y de caras en el Partido Popular- con su música de adjudicaciones digitales, comisiones delictivas y regalos pintorescos e inaceptables acapara la atención mediática y no queda sitio para más. Yo quiero hablaros de su efecto en la ciudadanía, más que de los hechos –gravísimos- que parecen esconderse en esos tres sumarios judiciales, de los que sólo es pública la tercera parte de uno de ellos y ocupa diecisiete mil folios. En el bar o en la tienda, en casa, o en cualquier relación social, se habla de Gurtel; y también de tantos y tantos casos de corrupción política, financiera o social. ¡Bah, otra golfada de políticos¡ ¡ Si ya se sabe, son todos iguales¡ Dejadez, pasotismo, desafección y desprecio por lo político y por la política, eso es lo que provocan este asunto y todos los de su calaña. Como me decía un amigo hace poco, hoy en día cualquier político es, antes que todo, un bulto sospechoso. Pero eso no es verdad siempre; y si no vamos más allá de esa actitud distante, por muy despreciativa que sea, perderemos el poco control que nos queda. Abstención y crisis de representación serán el siguiente paso. Consolidación de castas políticas, despotismo e inmunidad, los resultados. Miremos a Italia, o releamos la historia de la Europa de entre guerras. Está claro. La corrupción política no es más que el reflejo de la sociedad de la que se sirve y que la permite. Salvando las distancias, hay menos corrupción en Suecia que en Uganda. Frente a la corrupción sólo caben la dimisión, el juicio y la condena. En ese orden. No valen tácticas dilatorias ni confusas. Pero si lo que nos interesa es erradicarla; si nos atrevemos a responsabilizarnos de nuestro destino, entonces nos es exigible humildad, sentido crítico, atención activa, y la opción valiente y atrevida por los más honestos y capaces para la gestión de los asuntos públicos. Pasar o actuar. Esa es la cuestión que debemos resolver antes de que sea tarde.
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