En el medio de esta crisis que nos atenaza y que remueve cimientos y convicciones que todos creíamos asentadas, se plantea cada vez de forma más fuerte que nuestra administración, la administración del Estado Español, de todos sus niveles, no es eficiente. Se dice desde ciertos gabinetes y oficinas de estudios que nuestra estructura territorial no es capaz de resolver con eficiencia los retos que un país como el nuestro tiene planteado porque adolece, entre otros, de dos cuellos de botella.
Por un lado, un sistema de distribución territorial de competencias poco claro y demasiado confuso. No tienen por ahí la percepción de que nuestro sistema autonómico haya realmente mejorado el funcionamiento de nuestro estado, más bien, se piensa que existen demasiadas duplicidades y que la supuesta proximidad en la toma de decisiones no siempre -al menos no en todos los territorios- ha servido para gestionar mejor los servicios públicos.
Por otro lado, se está poniendo en cuestión nuestra estructura local. La adecuación entre el tamaño de nuestros municipios y lo que sería necesario y deseable para que en todos ellos se presten los servicios esenciales. Sí, amigos, quienes aconsejan a los que mandan dicen que España tiene demasiados ayuntamientos y que muchos de ellos no tienen el tamaño mínimo necesario.Hoy, con una gran tijera gobernando España por la crisis, la idea de eliminar municipios hace fortuna entre las patronales de empresarios y algunos expertos, que aluden a las experiencias en esta dirección en otros países como Dinamarca o Japón. En enero pasado, en España existían 8.114 municipios, de los que más de 6.000 no superan ni siquiera los tres mil habitantes. León con más de 220 Ayuntamientos, apenas tiene 50 con más de 2.000 habitantes, y sólo 25 de ellos superan los 3.000.
España es un país con un fuerte sentido localista en el que conseguir que Villaarriba y Villaabajo se junten para algo más que un anuncio de detergente va a ser muy difícil. Pero el reto está planteado y es preciso buscar alternativas a la despoblación de nuestros territorios y garantizar que los servicios se siguen prestando con la mínima calidad en todas las poblaciones. Por eso digo siempre que el futuro se escribirá en forma de agrupaciones voluntarias de municipios y que, si queremos que se haga bien, será mucho mejor que lo hagamos nosotros mismos.
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