Esta no ha sido una mala semana para la recuperación de mis viejos hábitos lectores que a veces abandono de forma demasiado prolongada. Así ha caído en mi mano un “gran libro” –pequeño y de fácil lectura, pero de gran contenido- del que también se han hecho eco varios medios de comunicación. Me refiero al último libro del filósofo Josep Ramoneda. Un alegato contra la indiferencia de la actual sociedad europea, que se titula precisamente así: “Contra la Indiferencia”.
No nos advierte Ramoneda contra la indiferencia que utilizamos como habilidad emocional, unas veces para defendernos de algo o alguien que nos hace daño y otras como arma para mostrar a los otros nuestro desprecio. No, el libro no habla de esa indiferencia, si no de la desafección y desinterés que recorre a la sociedad europea; de nuestra querencia a la servidumbre o aceptación fácil de las servidumbres que nos son impuestas; del fatalismo de una sociedad cuyos individuos, pudiendo opinar y quejarse de todo y contra todos, terminan no haciéndolo, porque creen que si lo hacen será a beneficio de inventario, o para que solo cambie la superficie porque en el fondo todo seguirá igual.
Consciente de que la democracia es un artefacto débil para luchar contra el abuso de poder que está en el origen de todo totalitarismo, Ramoneda no canta sus bondades, sino que apela a defenderla frente a una casta política, económica y mediática que trata de sumirnos en la indiferencia y convertirnos en “individuos NIF tres ces, esto es en consumidores, contribuyentes y competidores”. “No se trata de volver a los ideales o las ideas, sino a un lugar en el que debatir sobre la alienación del consumo, que nos destruye la libido y no nos deja otra cosa que la pulsión de volver a consumir. Esto es, un lugar en el que posicionarse, por ejemplo, contra la industrialización del miedo o la enfermedad que quiere hacernos creer que Al Qaeda o la Gripe A son el principal problema del mundo.”
Pero así se justifican las pérdidas de libertad; y se produce un agotamiento espiritual, similar al que se vivió en la Europa de entreguerras, que nos hace víctimas fáciles y puede convertir Europa en un museo exquisito, pero inanimado.
La defensa nos corresponde a todos y cada uno de nosotros individual y colectivamente. Y el primer paso de esa defensa deberá ser la eliminación de nuestra indiferencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario